domingo, 13 de septiembre de 2009

Madrastras

Desde hace tres años y medio comparto mi vida con alguien que tiene un hijo de una relación anterior. Esta circunstancia ha supuesto para mí una gran diversidad de experiencias y sentimientos nuevos.

Hace un par de años, curiosa por conocer a otras personas en una situación similar, me inscribí a un foro de Internet en el que 'madrastras' holandesas discuten sus experiencias, sentimientos, alegrías y frustraciones. Las historias que leo son muy diversas (es evidente que cada situación, cada familia, cada persona son muy distintas) y varían de lo ejemplar a lo dramático. Sin embargo, hay una serie de emociones y problemas que prácticamente todas estas mujeres comparten y que con mucha frecuencia tienen que ver con la falta de comprensión y las expectativas (poco realistas) de su entorno.

Yo, una vez más, soy afortunada: en mi ambiente la mayor parte de las personas intenta ponerse en mi lugar e imaginar la situación desde mi perspectiva. Sin embargo, a veces llegan a la conclusión equivocada. Hace poco hablaba con un conocido y le contaba que mi pareja tiene un hijo. Con una gran sonrisa y (sin duda) las mejores intenciones, me respondió: 'Ah, entonces es como si ya fueras madre tú también'. No. Es al contrario: que mi pareja tenga un hijo me hace tremendamente consciente de hasta qué punto yo no soy madre aún; de las experiencias que aún no he vivido, de los sentimientos y los cambios que aún no he experimentado.

Durante estos años he aprendido que tener una pareja con hijos es difícil, y que lleva años encontrar un buen equilibrio entre los miembros de la familia. A veces, el camino se me hace cuesta arriba, a pesar de que mi situación es privilegiada en muchos aspectos (el crío es agradable y feliz, la relación de mi pareja con la madre del niño es buena...). En esos días, leo las historias del foro de Internet y, en muchos casos descubro tras los mensajes a mujeres con una fortaleza admirable; mujeres que luchan por definir su función en la familia y en la sociedad y que nos recuerdan que hace ya muchos años que las 'madrastras' no regalan manzanas envenenadas.

2 comentarios:

Ana dijo...

Ya quisieran muchos tener una madrastra como tú!! Besazos

Anónimo dijo...

He planteado varios comentarios, no he terminado ninguno. El tema me sobrepasa y tiene tantas connotaciones que no caben y ni siquiera procede hacerlas aquí.
Me meto en cada uno de los personajes y late mi corazón con fuerza. Así que me retiro en silencio y solo deseo que con todas las dificultades, seáis los tres “moderada y largamente felices”
Solo una cosa tengo clara, la palabra madrastra es de las que quitaría del diccionario. No puede servir para nada que exprese ternura, sacrificio, entrega, amor. No me sirve.