domingo, 16 de agosto de 2009

Hogares

Ayer en el avión que me traía de vuelta a Holanda después de tres semanas compartidas con mi familia en Cuenca, pensaba en que llevo un tercio de mi vida (nueve años de los veintisiete que tengo) viviendo en el extranjero.

El final del verano y el comienzo de curso han sido momentos especialmente significativos durante estos años; cada regreso a los Países Bajos ha estado marcado por los proyectos, retos u obligaciones que me esperaban y por una enorme intensidad emocional antes, durante y tras el viaje.

Cada año, mientras el avión flota plácidamente sobre territorio francés, voy repasando los motivos por los que estoy tan lejos de mi primer hogar. Mirando hacia Amsterdam, rememoro todo lo que he aprendido, veo ante mí los amigos y excelentes compañeros que he conocido, y una chispa de ilusión me recuerda los proyectos personales y profesionales por los que estoy dispuesta a trabajar duro. Al volver la vista atrás, hacia España, pienso en mis amigos y sobre todo en mi familia y en mi ciudad de origen. En la gente y los lugares que han contribuido decisivamente a hacerme quien soy.

Comparto con cada miembro de mi familia distintas confidencias, complicidades, aficiones e intereses, e identifico en ellos actitudes, rasgos y tendencias (de todo tipo) que yo también poseo. Cuando me encuentro con ellos, me siento en casa, y comprendo que nos pertenecemos. Y, aunque también sé que esta familia no es perfecta (al fin y al cabo, se trata de seres humanos), siento enorme gratitud por formar parte de ella.

Trabajaré día a día para crear una familia propia que sea tan maravillosamente acogedora como la mía. ¿Habrá quien regrese a mí desde lejos algún día y sienta, como yo, que ha vuelto a casa?

5 comentarios:

Harma Everts dijo...

Zo herkenbaar! Ik voel al iets soortgelijks na het verhuizen van de ene kant van Nederland naar de andere, en kan me alleen maar voorstellen hoe groot de overgang moet zijn van het ene naar het andere land, waarbij de afstand tot je familie en vrienden daar nog veel groter is...
Maar fijn dat je er weer bent ;-)

Ana dijo...

Y si algún día tienes hijos esto lo piensas mucho más...y es que nuestra familia de Cuenca ha dejado el listón muy alto!

Mamá dijo...

He tenido por vosotras (pero en este momento eres tu la que escribes)una profunda admiración y ha ido en aumento. Sois lo contrario de vuestra madre, valientes, decididas, capaces de afrontar riesgos para conseguir vuestras metas,independientes en todo. Y además tan buenas hijas, tan unidas a esta casa.
Y ello con tantos defectos como aquí encontrais,con tantas cosas que yo creo que me faltan por dar, pero que nunca echais en cara.
Tu reflexión de hoy me deja K.O. y al tiempo me sube a las nubes, la respuesta de Ana me hace llorar. Sois lo mas maravilloso que conozco, os quiero tanto.......

Unknown dijo...

Hola María.
Acabo de ver en facebook el pequeño artículo que has escrito. Las primeras líneas me engancharon y me fui directamente a seguir leyendo hasta el final en tu blog.
Ahora que he leído también los comentarios que tu familia te ha dejado, me siento un poco como una intrusa, pero desde que este blog está abierto al público, tengo la sensación de que no estoy haciendo nada malo.
Este artículo tuyo, llega después de haber seguido todo el verano tus aventuras en Cuenca, los malos ratos en el dentista y demás historias. No pienses que me meto en tu facebook a ver qué andas haciendo. Simplemente, todas las noches, me gusta leer el facebook y ver cómo les fué el día a mis amigos y conocidos. Inevitablemente, allí estaban tus posts, que me parecieron entrañables desde el principio. Sin duda, en tus posts había algo que me resultaba muy familiar y que recuerdo con mucho cariño. Los veranos (bueno, o las dos escuetas semanas por el verano) en Asturias, que me sabían siempre a poco, recuperando el tiempo no tenido con mi familia. Mi familia, me parece que igual que la tuya, es una familia muy unida que disfruta estando junta.
Al leer hace un rato tu artículo, pensaba que esto lo podría haber escrito yo (probablemente no tan bien como tú lo has puesto). Me reconocí en cada línea (repito: cada línea) y me emocioné mucho.
El final de mi artículo, en cambio, habría sido distinto. Después de 9 años (recuerdo que llegamos a la vez) decidí volver a casa por el verano, para quedarme.
Toda la vida, retos y proyectos que nuestra Amsterdam me pudiera ofrecer, no hacían sombra al dolor de estar lejos de los míos y mi tierra. En unos de esos viajes de vuelta a Amsterdam, al coger el autobús, me quedé hecha polvo al ver a mi hermana llorar. Entonces estuvo claro: mi tiempo en Amsterdam se había terminado. Ni más ni menos que por eso, he vuelto a casa.
Cuídate mucho.
Un abrazo,
Mapi

Agustí Jiménez dijo...

María,
creo que tu madre tiene mucha razón, especialmente en una cosa, la valentia para afrontar la vida que tanto tú como Ana habéis demostrado por tirar a delante vuestros sueños. Para ello la unión que existe en vuestra familia ha sido determinante en el éxito, a pesar de las distancias que os separan.
Me parecéis una familia muy especial y me siento orgulloso de haber entrado a formar parte de ella, ahora que mañana se conmemorará el 8º aniversario de ello.
Si vas a trabajar día a día para crear tu propia familia, estoy seguro que lo conseguirás y que ella también será maravillosa.
Agustí